Guardianes del camino: las comunidades que habitan las rutas hacia Choquequirao

Cuando decides caminar hacia Choquequirao, no estás solo cruzando montañas ni simplemente explorando un sitio arqueológico. Estás entrando en un territorio vivo, donde la historia no solo está en las piedras incas, sino también en las manos, miradas y palabras de las personas que habitan este sendero ancestral. Son los guardianes del camino, las comunidades andinas que, día a día, cuidan, viven y trabajan en estas rutas. Y tú, viajero, serás testigo de su mundo.

Capuliyoc: el primer encuentro

Tu travesía probablemente empiece en Capuliyoc, un mirador natural a 2,900 msnm, en la provincia de Cusco. Este pequeño centro poblado es tu primer contacto con la vida local. Aquí conocerás a los arrieros, muchos de ellos de familias que han vivido en la zona por generaciones. Ellos cargan los insumos de los viajeros, pero también cargan historias que puedes escuchar junto a una taza de mate de coca caliente.

En Capuliyoc también puedes encontrar hospedajes básicos, puestos de comida casera, y vistas espectaculares al cañón del Apurímac. Desde aquí, tu caminata desciende casi 1,500 metros, y con ella, te adentras en un ecosistema y una cultura que cambian a cada paso.

capuliyoc choquequirao

Cocamasana y Chiquisca: entre el calor y la siembra

Después del primer descenso pronunciado, llegarás a Cocamasana, un pequeño asentamiento rodeado de tierras secas pero fértiles. Aquí las familias cultivan plátano, maíz, palta y caña de azúcar. Algunos te ofrecerán jugo fresco o comida, cocinada con ingredientes cultivados a mano, sin prisa ni artificios.

Más abajo aún está Chiquisca, otro punto de descanso habitual. Este lugar es cálido, tanto por el clima como por su gente. Las familias aquí también reciben a los viajeros, y algunas han instalado campamentos o tiendas para proveerte de agua, frutas, e incluso algún refresco helado si tienes suerte.

chiquisca

Rosalinas y Playa Rosalina: guardianes del río Apurímac

Cuando cruces el imponente puente colgante sobre el río Apurímac, te encontrarás con Playa Rosalina, donde unas pocas familias viven y mantienen pequeños cultivos. Aunque aquí no hay muchas instalaciones, sí puedes sentir la conexión directa con la Pachamama: la tierra fértil y poderosa, que da alimento a cambio de respeto.

Estos sectores suelen ser los más calurosos del camino, y también los más desafiantes por la pendiente que viene después. La comunidad, aunque pequeña, es clave en la conservación del sendero y el entorno.

la playa choquequirao

Santa Rosa Baja y Santa Rosa Alta: el esfuerzo compartido

Ascendiendo desde el río, te esperan las comunidades de Santa Rosa Baja y luego Santa Rosa Alta, ambas entre los 2,000 y 2,800 msnm. Aquí viven familias ganaderas y agricultoras que también han adaptado sus vidas al paso de los viajeros. Puedes ver cómo cuidan a sus animales, cómo cosechan caña para hacer aguardiente, y cómo mantienen vivas sus tradiciones mientras se insertan en la nueva economía del turismo rural.

No te sorprendas si te ofrecen probar cañazo artesanal. Acéptalo con respeto: es parte del alma del lugar.

Campamento Santa Rosa

Marampata: el pueblo entre las nubes

Alcanzar Marampata, a unos 2,900 msnm, es como llegar a un oasis en lo alto de los Andes. Este es el último asentamiento antes de Choquequirao. Aquí muchas familias han construido hospedajes sencillos con camas, baños y hasta paneles solares. Algunos niños bajan a pie hasta Santa Rosa para ir a la escuela; otros ayudan en los cultivos o en la atención a viajeros.

Marampata es el mejor lugar para pernoctar antes de visitar Choquequirao al día siguiente. Desde sus miradores, puedes ver el complejo arqueológico al otro lado del valle. Pero lo más valioso es la gente: su hospitalidad, su orgullo por la historia que los rodea, y su dedicación para que tú, viajero, vivas una experiencia auténtica.

marapata choquequirao

Tu rol como viajero consciente

Tú no solo estás recorriendo un camino; también estás entrando en hogares, compartiendo recursos y dejando una huella, visible o invisible. Por eso:

  • Compra directamente a las familias locales.
  • Respeta sus tiempos, su lengua (muchos hablan quechua), y sus tradiciones.
  • Pregunta antes de tomar fotos.
  • No regatees lo que vale esfuerzo genuino.
  • Si puedes, comparte algo de tu cultura también. El intercambio va en ambos sentidos.
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