Una devoción que nació del corazón de los Andes
La historia del Señor de los Temblores es mucho más que una tradición religiosa: es un símbolo vivo de fe, resistencia y esperanza para el pueblo del Cusco. Esta imagen de Cristo crucificado se encuentra en la Catedral del Cusco, y su presencia ha marcado profundamente la historia espiritual de la ciudad.

Origen de la imagen
La imagen del Señor de los Temblores data de mediados del siglo XVI, cuando el Cusco aún estaba en proceso de adaptación a la nueva fe traída por los españoles. Se cree que fue un regalo enviado por Carlos V o su hijo Felipe II, con el propósito de ayudar en la evangelización de los pueblos indígenas. En ese tiempo, esta imagen reemplazó a otra representación de Cristo conocida como el Cristo de la Buena Muerte.
El milagro del gran terremoto
El hecho que marcó el inicio de la profunda devoción cusqueña ocurrió el 31 de marzo de 1650, cuando un poderoso terremoto sacudió la ciudad. Las construcciones coloniales comenzaron a derrumbarse, y el temor se apoderó de la población.
En medio del caos, los fieles sacaron al Cristo en procesión por las calles del Cusco, implorando su protección. Según cuenta la tradición, al salir la imagen, el temblor cesó milagrosamente. Desde entonces, esta figura pasó a ser conocida como el “Señor de los Temblores”, protector del Cusco.
La procesión del Señor de los Temblores
Cada año, desde 1741, se realiza la tradicional procesión del Señor de los Temblores el Lunes Santo, como parte de las celebraciones de Semana Santa. Durante este evento, la imagen recorre el Centro Histórico del Cusco, mientras miles de personas le rinden homenaje con flores, cantos, rezos y ofrendas.
Este recorrido no solo es un acto de fe, sino también una muestra de cómo se ha fusionado la religión andina con el cristianismo. Muchos de los elementos que acompañan la procesión tienen raíces prehispánicas, lo que convierte este evento en una manifestación única de identidad cultural.

Símbolo de esperanza y fortaleza
Hoy en día, el Señor de los Temblores sigue siendo una figura central en la vida religiosa del Cusco. Para sus habitantes, representa la protección en momentos difíciles y la esperanza en medio de la adversidad. Su presencia sigue viva no solo en la Catedral, sino en el corazón de cada cusqueño que le reza y lo acompaña cada Lunes Santo.