La historia del descubrimiento de Machu Picchu es mucho más compleja y fascinante de lo que muchos imaginan. Esta ciudadela inca, considerada una de las maravillas del mundo moderno, tiene una narrativa que va más allá de las fechas oficiales y nos invita a reflexionar sobre conceptos como descubrimiento, redescubrimiento y la importancia del conocimiento local frente a la divulgación mundial.
Para entender completamente cuándo se descubrió Machu Picchu, debemos explorar no solo el momento histórico específico, sino también el contexto que rodeó este evento y las personas que hicieron posible que el mundo conociera esta maravilla arquitectónica perdida en las montañas del Cusco.
Fecha exacta del hallazgo
El 24 de julio de 1911 marca la fecha oficial en que Machu Picchu fue presentado al mundo científico y académico. Sin embargo, esta fecha representa únicamente el momento en que la ciudadela inca fue documentada formalmente por primera vez para la comunidad internacional, no necesariamente su verdadero «descubrimiento».
Hiram Bingham
Hiram Bingham III, historiador y explorador estadounidense de la Universidad de Yale, es ampliamente reconocido como el «descubridor» oficial de Machu Picchu. Nacido en Honolulu en 1875, Bingham había llegado al Perú como parte de una expedición financiada por la Universidad de Yale con el objetivo de encontrar los últimos reductos incas y, específicamente, la legendaria ciudad de Vilcabamba.
El académico estadounidense no llegó a Machu Picchu por casualidad. Su expedición estaba meticulosamente planificada y contaba con mapas, referencias históricas y, lo más importante, el conocimiento y la guía de pobladores locales que conocían perfectamente la existencia de las ruinas en lo alto de la montaña Huayna Picchu.
Bingham describió su experiencia en detallados diarios y fotografías que posteriormente publicaría en la revista National Geographic, convirtiéndose en el primer registro científico occidental de la ciudadela. Su trabajo no solo documentó la existencia de Machu Picchu, sino que también estableció las bases para futuras investigaciones arqueológicas y antropológicas.
Guías y pobladores locales
La historia oficial a menudo minimiza el papel fundamental que jugaron los habitantes locales en este supuesto «descubrimiento». Anacleto Alvarez, un residente de la zona, sirvió como guía principal de Bingham y fue quien efectivamente lo condujo hasta las ruinas. Alvarez no solo conocía la ubicación exacta de la ciudadela, sino que también había estado cultivando en algunas de las terrazas incas.
Melchor Arteaga, otro poblador local, también desempeñó un papel crucial como guía. Estos hombres, junto con sus familias, habían estado viviendo en los alrededores de Machu Picchu durante décadas, utilizando las terrazas ancestrales para agricultura de subsistencia y manteniendo un conocimiento íntimo del sitio arqueológico.
Resulta paradójico hablar de «descubrimiento» cuando existían familias enteras que no solo conocían la ubicación de las ruinas, sino que las habían integrado a su vida cotidiana. Este hecho plantea importantes reflexiones sobre la perspectiva occidental del conocimiento y la validación científica versus el saber ancestral y local.
Contexto histórico
Para comprender cabalmente el significado del hallazgo de 1911, es fundamental analizar el contexto histórico en el que se desarrolló la expedición de Bingham y las circunstancias que rodeaban la búsqueda de sitios arqueológicos incas a principios del siglo XX.
La búsqueda de Vilcabamba
La expedición de Bingham no tenía como objetivo principal encontrar Machu Picchu. El explorador estadounidense estaba obsesionado con localizar Vilcabamba, la legendaria «ciudad perdida» que había servido como último refugio de los incas durante la resistencia contra la conquista española en el siglo XVI.
Según las crónicas históricas, Vilcabamba había sido el bastión final de Manco Inca y posteriormente de sus sucesores, incluyendo Tupac Amaru I, el último emperador inca ejecutado por los españoles en 1572. Esta ciudad representaba no solo un sitio arqueológico de inmensa importancia, sino también un símbolo de resistencia y identidad cultural andina.
Bingham había estudiado meticulosamente las crónicas coloniales españolas, particularmente los escritos de Antonio de la Calancha y otros cronistas que mencionaban la existencia de ciudades incas ocultas en las montañas de la región del Cusco. Su preparación académica y su conocimiento de las fuentes históricas lo llevaron a organizar varias expediciones entre 1911 y 1915.
Irónicamente, aunque Bingham inicialmente creyó haber encontrado Vilcabamba al llegar a Machu Picchu, investigaciones posteriores demostraron que se trataba de un sitio completamente diferente. La verdadera Vilcabamba fue identificada décadas más tarde en Espíritu Pampa, también en la región del Cusco.
Situación del sitio antes de 1911
Antes de la llegada de Bingham, Machu Picchu no era una ciudad completamente abandonada y olvidada como a menudo se presenta en la narrativa popular. Las evidencias sugieren que el sitio había mantenido una ocupación humana intermitente desde la época colonial, aunque en una escala mucho menor que durante el período inca.
Durante los siglos XVII, XVIII y XIX, varios pobladores locales habían establecido pequeñas comunidades en los alrededores, aprovechando las fértiles terrazas incas para la agricultura. Familias como los Alvarez y los Richarte habían estado viviendo en la zona durante generaciones, transmitiendo oralmente el conocimiento sobre las ruinas antiguas.
Algunos registros sugieren que incluso funcionarios del gobierno peruano tenían conocimiento de la existencia de ruinas importantes en la zona. Sin embargo, la inaccesibilidad del sitio, la falta de recursos para investigaciones arqueológicas y las prioridades políticas de la época habían impedido cualquier estudio formal o divulgación más amplia.
La vegetación tropical había cubierto parcialmente muchas de las estructuras, pero esto no había impedido que los habitantes locales continuaran utilizando espacios específicos de la ciudadela. Esta situación plantea interrogantes fascinantes sobre la continuidad cultural y el uso adaptativo de espacios arqueológicos por parte de las comunidades descendientes.
¿Descubrimiento o redescubrimiento?
Una de las controversias más interesantes que rodea a Machu Picchu se centra en la terminología utilizada para describir los eventos de 1911. ¿Fue realmente un «descubrimiento» o más bien un «redescubrimiento» para el mundo occidental?
Conocimiento local vs. divulgación global
La distinción entre conocimiento local y divulgación global es crucial para entender esta problemática. Mientras que las comunidades locales habían mantenido un conocimiento práctico y vivencial de Machu Picchu durante siglos, la expedición de Bingham representó la primera documentación sistemática y la posterior divulgación internacional del sitio.
Esta diferencia no es meramente semántica, sino que refleja perspectivas fundamentalmente distintas sobre qué constituye conocimiento válido y reconocido. Desde una perspectiva occidental y académica, el «descubrimiento» requiere documentación científica, publicación en medios reconocidos y validación por parte de la comunidad académica internacional.
Sin embargo, desde la perspectiva de las comunidades andinas, Machu Picchu nunca había estado «perdido». El sitio formaba parte de su geografía cultural, sus rutas de tránsito y sus actividades económicas. Este conocimiento se transmitía a través de tradiciones orales y prácticas cotidianas que no requerían validación externa.
La agencia Machu Picchu Wayna, que hoy en día facilita el acceso de visitantes a esta maravilla, comprende perfectamente esta dualidad y trabaja para honrar tanto la importancia científica del sitio como su significado cultural para las comunidades locales.
Esta tensión entre diferentes formas de conocimiento nos invita a reflexionar sobre colonialismo intelectual y la importancia de reconocer múltiples formas de saber. El «descubrimiento» de Bingham fue, en realidad, un proceso de traducción cultural que hizo accesible el conocimiento local a audiencias globales.
Terminología y matices
Los matices terminológicos en torno al descubrimiento de Machu Picchu revelan tensiones más profundas sobre autoridad, reconocimiento y poder en la construcción del conocimiento histórico. Términos como «descubrimiento», «redescubrimiento», «revelación» o «divulgación científica» llevan consigo implicaciones ideológicas específicas.
El uso del término «descubrimiento» puede interpretarse como una invisibilización del conocimiento indígena y local, sugiriendo que un sitio solo existe verdaderamente cuando es reconocido por autoridades académicas occidentales. Por el contrario, términos como «redescubrimiento» o «divulgación científica» reconocen implícitamente la preexistencia de conocimiento local.
Académicos contemporáneos han propuesto alternativas como «documentación científica» o «introducción al mundo académico», que resultan más precisas y menos problemáticas desde perspectivas culturales sensibles. Estas alternativas reconocen el valor del trabajo de Bingham sin negar la validez del conocimiento previo.
La evolución de esta terminología refleja también cambios más amplios en la arqueología y la antropología, disciplinas que han desarrollado mayor conciencia sobre sus legados coloniales y la importancia de incorporar perspectivas indígenas en la investigación e interpretación de sitios arqueológicos.
Qué pasó después del hallazgo
Los eventos posteriores a 1911 fueron tan importantes como el hallazgo inicial para determinar el lugar de Machu Picchu en la imaginación global y su significado contemporáneo como patrimonio de la humanidad.
Investigación y conservación
Tras la expedición inicial, Bingham organizó varias campañas adicionales entre 1912 y 1915, financiadas por la Universidad de Yale y la National Geographic Society. Estas expediciones no solo se enfocaron en la documentación arqueológica, sino también en la limpieza y restauración parcial del sitio.
El equipo de Bingham removió la vegetación que cubría muchas estructuras, realizó los primeros mapas detallados de la ciudadela y excavó áreas específicas en busca de artefactos y restos humanos. Esta investigación inicial estableció las bases para la comprensión arquitectónica y funcional de Machu Picchu.
Sin embargo, estas excavaciones también generaron controversias que persisten hasta hoy. Bingham y su equipo removieron miles de artefactos, incluyendo cerámicas, herramientas de bronce y restos humanos, que fueron transportados a la Universidad de Yale para su estudio. Esta colección, conocida como «Colección Bingham», se convirtió en el centro de una disputa legal entre Perú y Yale que se extendió durante décadas.
El gobierno peruano argumentaba que estos materiales habían sido removidos sin autorización adecuada y pertenecían al patrimonio cultural nacional. Después de prolongadas negociaciones legales, Yale finalmente acordó devolver la mayoría de los artefactos al Perú entre 2010 y 2012, estableciendo un precedente importante para casos similares de patrimonio cultural.
Paralelamente, el sitio comenzó a recibir atención internacional creciente. La publicación de fotografías y artículos en National Geographic durante la década de 1910 introdujo Machu Picchu a audiencias globales, generando fascinación mundial por esta «ciudad perdida de los incas».
Impacto en la historia y la identidad
El impacto del hallazgo de Machu Picchu trascendió ampliamente el ámbito académico y arqueológico, convirtiéndose en un elemento fundamental de la identidad nacional peruana y un símbolo global de la grandeza de las civilizaciones precolombinas.
Para el Perú, Machu Picchu representó una reivindicación histórica de inmensa importancia. En un momento en que el país buscaba consolidar su identidad nacional y valorizar su herencia cultural, el reconocimiento internacional de esta maravilla inca proporcionó un motivo de orgullo colectivo y una herramienta poderosa para la proyección cultural.
La ciudadela se convirtió gradualmente en el símbolo más reconocible del Perú, apareciendo en billetes, sellos postales, material promocional turístico y representaciones culturales diversas. Su imagen icónica trascendió fronteras nacionales, convirtiéndose en un símbolo universal de misterio, ingeniería ancestral y armonía con el paisaje natural.
El impacto turístico fue igualmente transformador. Aunque inicialmente el acceso a Machu Picchu era extremadamente limitado y peligroso, la construcción gradual de infraestructura de acceso, incluyendo la línea férrea y posteriormente carreteras, facilitó el crecimiento del turismo. Este desarrollo económico generó oportunidades pero también desafíos significativos para las comunidades locales.
Desde perspectivas académicas, Machu Picchu revolutionó la comprensión occidental sobre las capacidades tecnológicas y arquitectónicas de las civilizaciones precolombinas. La precisión de sus construcciones, la sofisticación de sus sistemas de drenaje y la integración armoniosa con el paisaje montañoso desafiaron estereotipos europeos sobre las culturas americanas prehispánicas.
En 1983, la UNESCO declaró a Machu Picchu Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad, reconociendo tanto su valor arqueológico como su importancia ecológica. Esta designación confirmó su estatus como uno de los sitios más importantes del planeta y estableció marcos internacionales para su protección y conservación.
Hoy en día, más de un siglo después del hallazgo de Bingham, Machu Picchu continúa revelando secretos a través de nuevas tecnologías arqueológicas como el radar de penetración terrestre y la fotografía aérea con drones. Cada descubrimiento adicional enriquece nuestra comprensión de esta extraordinaria civilización y confirma que aún quedan misterios por resolver en esta ciudadela construida entre las nubes.
La historia del descubrimiento de Machu Picchu nos enseña que los hallazgos arqueológicos más significativos raramente son el resultado del trabajo de una sola persona, sino de la colaboración entre diferentes formas de conocimiento, perspectivas culturales y generaciones de habitantes que han mantenido viva la memoria de lugares extraordinarios a través de los siglos.